Se trata de dos conchas que protegen a este molusco llamado lapa de sol o lapa picuda (Patella candei) típico de las islas. Tras el consumo de su carne (de gran importancia en la gastronomía insular) se seleccionan los ejemplares más grandes y menos cóncavos, y se procede al lijado y pulido de la superficie y los cantos. Una vez tratado, el par de lapas se toma con las pinzas resultantes entre el pulgar y el índice, y entre el índice y el corazón, quedando ambos ejemplares dispuestos especularmente, es decir, joroba contra joroba. Es entonces cuando se las hace entrechocar entre sí y contra la otra mano, que se dispondrá parcialmente cerrada con la palma hacia abajo. Existen fuentes de su uso en casi todas las islas, aunque parecen ser Fuerteventura y Lanzarote las más prolíficas en este sentido. En la actualidad, su empleo se ha extendido al resto del archipiélago, convirtiéndose en uno de los instrumentos idiófonos más característicos de nuestro folklore.