Contrariamente a lo que se cree en los círculos del folklore de proyección, es decir, de las agrupaciones folklóricas orientadas al medio escénico, el tambor renacentista (más conocido como bombo) es una incorporación bastante reciente al ensamble folklórico canario. Mientras que de otros tambores canarios tenemos fuentes del siglo XIX y anteriores, del bombo nos llegan tardías fuentes fotográficas, generalmente ya de la segunda mitad del siglo XX, coincidiendo con el auge de los tipismos culturales y las formaciones numerosas, llamadas parrandas o rondallas. Su construcción es algo más compleja que la del resto de tambores observados en Canarias, puesto que el cuerpo está formado por una sucesión de listas de dos maderas alternas, una oscura y otra clara, de ahí que a menudo en el marco ibérico se le llame tambor listado. Se tañe con una única maza de trapo recubierta de tela o cuero, que habrá de marcar los acentos del compás en un extenso parche de cabra habitualmente cubierto de pelo. Además, se han observado ejemplares importados de la Península con ambos parches rasurados a los que los intérpretes han añadido un elemento amortiguador como puede ser un trapo de cocina, para obtener el timbre deseado.